viernes, 20 de noviembre de 2015

El trabajo no termina en el fin de campaña, militemos aun después del 22!

Para muchos, estas semanas no fueron fáciles. Un panorama que no esperábamos (no quisimos ver) se nos presentó como una realidad tan verdadera como concreta. Tras el shock inicial que entregó el resultado de la primera vuelta, me vino una idea a la cabeza: “Esto lo ganamos con la gente de a pie, con el contagio del boca a boca o no lo ganamos”. Lo decía como un mantra, como una fuerza de convencimiento propio y de amigos que tardaban en salir del shock más que yo. Pero también lo creía como la única vía posible. Si a eso le sumamos un optimismo floreciente y la facilidad que tengo para ilusionarme, el combo estaba dado.
Hoy es viernes, la veda política está pronta a iniciarse y a ciencia cierta, no se sabe qué resultado se dará el domingo. Pero en estos días, me brotó un orgullo y una alegría muy singular. Y es por toda esa gente que militó (debería decir militamos) estas cuatro semanas. Los orgánicos y los inorgánicos. Los que han tenido formación política y los que se mueven desde el instinto. Los que salen con humildes carteles, volantes, los que afichan un barrio, los que escriben sus pensamientos en las redes sociales, los que son capaces de mantener charlas extensísimas para convencer a un indeciso o a alguien que quizás no está tan alejado de la propuesta que hoy por hoy lleva como candidato a Daniel Scioli pero que necesita algunas mayores certezas. No lo podía decir al día 1 post primera vuelta, pero hoy sí: la certeza somos todos nosotros, que somos muchísimos, somos millones y somos los que nos movilizamos para no perder los derechos obtenidos en estos 12 años.
Este hacer política que muchísimos amigos, conocidos, compañeros o familiares han experimentado por primera vez no puede más que emocionarme, y agrego, debe ser punto de partida para muchos y no el final del camino. En bares, en espectáculos deportivos, en el bondi o en el baño de un recital (100% real) el dar una charla y abrirse al debate es un bien que, sea cual sea el resultado del domingo, debemos capitalizar. Si se da lo que queremos, y el Frente Para la Victoria vence el domingo, debemos ser nosotros -todos, organizados y no organizados- los que pujemos para que DOS cumpla con las profundizaciones del proyecto (necesarias) que prometió en la campaña. Si se da el resultado adverso, deberemos mantenernos activos para que no nos quiten ninguna de las conquistas, de los derechos adquiridos. Sea en una semana, en un par de meses o en tres años.
Más allá de las dos figuras principales (que con el correr de los días y de la campaña fueron exhibiendo de manera más clara la distancia que los separa), la elección del domingo es entre dos proyectos de país bien diferentes. En la vida, en el fútbol, en el amor, en la política (estos últimos dos factores están totalmente unidos, el hacer política de muchos en estos días fue un enorme acto de amor) lo fundamental es el fondo de la cuestión, el qué. Por supuesto también el cómo, pero en un plano secundario.
Un país con retenciones agropecuarias que se traduzcan en redistribución social o sin, un transporte subsidiado para el bolsillo del laburante o no, una economía con intervención estatal o liberada a lo que determine el mercado, un país que siga consagrando derechos o uno representado por los principales opositores a todas las medidas que se dirigieron en ese sentido en esta década, uno con movilidad social ascendente o aquel donde sean dirigentes oficialistas los que recortaron el 13%, uno con el apoyo de Estela de Carlotto u otro con el de Cecilia Pando, uno donde la alianza estratégica sea con los países de la región y otro entregado a los fondos buitres, uno con protección a la industria nacional y otro promoviendo el made in China. Hablando fácil, las grandes políticas se reducen a esta parrafada ramplona que acabo de escribir.
No soy de pensar que aquel que vota a Macri sea un idiota. En lo más mínimo. Un porcentaje importante es por desencanto con este proceso -responsabilidad de este espacio por haber perdido a un grupo que incluso hasta se vio beneficiado en estos 12 años, y no hablo de enormes ganancias, ni mucho menos- y otro es por la afirmativa. Si aquellos que efectivamente votan a Macri lo hacen convencidos de que ese es el país en el que quieren vivir, los respeto pese a no compartir (obviamente no a todos, en especial a seres como Melconian, Broda, Bullrich, Prat Gay o Carrió, por citar figuras de fácil asociación), sí me preocupa que alguno pueda votar comprando espejitos de colores, sin saber a ciencia cierta qué propone el otro espacio.
Haber tenido conciencia política (pese a ser muy chico) a finales de los ´90 me hace temer por lo que pase el domingo. Saber qué es una recesión, qué es una furibunda crisis económica, qué es el neoliberalismo y demás. Haber hecho la secundaria a metros de Plaza de Mayo me retrotrae instantáneamente al prólogo del 19 y 20 de diciembre y todo ese 2002 absolutamente convulsionado y con tristeza y desesperanza en la gente.
Si alguien me decía cuando tenía 15 años que llegaría a este 2015 creyendo en algunas cosas, votando a un oficialismo, no lo hubiera creído. Es que hasta la llegada de Néstor, para muchos decir “peronismo” era mala palabra. El hecho de venir de familia peronista siempre me hacía sentir incómodo ante muchas charlas en las cuales el antiperonismo porteño -potenciado por un antimenemismo que compartía y que mamé en casa desde que tengo uso de razón- brotaba. Néstor empezó a revertir todo eso. Fue por eso, movido más por el instinto que por la razón, que fui ese 27 y 28 de octubre del 2010 a la Plaza. 11 horas de fila para despedir al Flaco, en el medio encontrarme y empezar a conocer a quien fuera mi novia durante un par de años. Como así también a varios amigos y a un mundo de desconocidos. Muchas de esas caras que solo vi aquel día se me quedaron grabadas en la memoria, en especial una de un tipo de casi 60 años, super humilde, que había llegado en micro desde San Luis y que pese al cansancio acarreaba una solitaria rosa para entregarle en ofrenda a Kirchner. Lo pienso y se me hace un nudo en la garganta.
Pero no es por él, ni por Cristina, ni por Perón, ni por Scioli que nos movilizamos tantos y tanto en estos días. Es por nosotros. Incluso por aquellos que sabemos que no van a votar al FPV el domingo. Es por todos. No vivimos en un paraíso, pero seguro no queremos volver al infierno.

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